martes, 18 de marzo de 2014

Felicidad, ¿qué es eso?

Nunca he creído en eso de la felicidad. Siempre he pensado que era un mito absurdo que nadie había alcanzado nunca. A día de hoy sigo pensando lo mismo. Quizás sea porque nunca he llegado a sentir esa sensación inmensa de felicidad. O porque, aunque la haya sentido, nunca la he asociado a esa palabra. No sé.

Solo puedo decir que aunque no crea en la felicidad, creo que en los grandes momentos con grandes personas. Creo que en los días buenos y creo en los malos. Creo que en los buenos momentos al lado de buenas personas. Y creo que estamos hechos de todos esos momentos, esos días, esas personas.

No soy de las que dicen que la felicidad hay que alcanzarla o que algún día llegará o cosas de esas que ni yo misma me creo. Pero sí que disfruto de cada momento. De cada día. De cada persona que tengo a mi lado. Porque creo que eso es la felicidad. Reír con el que quiera reír. Llorar en los hombros de quien quiera escucharte mientras lo haces. Rodearte de personas por las que valga la pena sonreír.

Recuerdo una vez que dije que si conseguía estudiar lo que siempre había soñado sería feliz. Por el resto de mi vida. De mi tiempo. Pero a día de hoy pienso en lo absurdo de esa frase. Porque por mucho que persigas un sueño, siempre tendrás impedimentos. Metas por alcanzar. Cada vez más y más difíciles, que estarás más y más lejos.

Ahora mismo, después de tener un día bastante divertido o "feliz" si queréis llamarlo así. Tengo que decir que me encuentro bien. Me siento bien estudiando lo que siempre había soñado. Persiguiendo el sueño por el que vivo cada día. El sueño por el que me levanto y decido seguir. Pero, ¿sabes cómo me siento realmente bien? Pudiendo compartir ese sueño con toda la gente que tengo a mi lado.
En fin, esta ha sido la reflexión que he querido compartir con vosotros después de haber tenido un gran día.

viernes, 14 de marzo de 2014

Ahora la gente no sabe lo que es querer.

Decimos 'te quiero' al primero que pasa. Finjimos amar por encima de nuestros sentimientos. No pensamos, solo actuamos. Ahora quien dice querer es quien dos días antes decía odiar. Y, cuando en mitad del camino de rosas encuentra alguna espina, retrocede todos los pasos ya recorridos y decide no adentrarse en el bosque. Porque ya no quiere. Porque ya no quiere querer.
Y hay quien no sufre por amor. No sufre porque no sabe qué es amar. Qué es querer. Porque cuando quieres, cuando te enamoras, todo pasa a un segundo plano. Todo importa bien poco cuando esa persona está a tu lado. Todo se vuelve demasiado pequeño a su lado. Porque el amor es tan grande que no te cabe dentro. Y debes soltarlo. Debes decirlo. Porque así el amor es compartido. Y el amor compartido es más bonito.
Y cuando ese amor termina, lloras. Lloras porque duele. Y duele porque tiene que doler. Porque la angustia te recorre el cuerpo. Porque los recuerdos llegan a tu mente y duele. Claro que duele. Pero es que no hay amor sin dolor. No se puede querer sin sufrir. El sufrimiento forma parte del amor. Pero, lo bonito que tiene el amor es que la magia que habita en él supera todo ese dolor. Todo ese sufrimiento alguna vez vivido.
Y nadie, nadie puede odiar a quien ha dicho amar. Nadie puede olvidar en dos días. Ni puede querer en dos besos. Nadie puede enamorarse en un instante. Nadie.