viernes, 25 de abril de 2014

Pequeña, decía.

Se tocó los labios deseando volver a sentir su aroma. Se acarició cada parte del cuerpo recordando cuando los labios de él eran su refugio. Se imaginó, una vez más, la última noche que pasaron juntos. Sintió un vació en su interior. Las lágrimas ya habían acudido a sus ojos, aunque ella tratara de ocultarlo. No llores, pequeña. Una vez más, esa voz sonaba en su cabeza. Pequeña. Cuánto me gustaba cuando él pronunciaba esa palabra. Pequeña. Pero qué grande se sentía a su lado. Pequeña. Su pequeña. Pequeña, le decía. Y luego le acariciaba el rostro, dándole un beso fugaz que siempre se alargaba.
Pequeña, seguía escuchando en su cabeza. Y las lágrimas no paraban de descender. La sonrisa amarga trataba de ocultar la tristeza. Pero era imposible. Malditos recuerdos, pensó. ¿Por qué tuvo que alejarse? ¿Por qué todo terminó como si de una película se tratara? Aunque, a decir verdad, esto no tuvo un final feliz. Su rostro la delata. Cuántas veces había dormido a su lado y ahora, era la soledad quien la acompañaba. Qué ironía. Ahora la almohada era eso a lo que aferrarse. Ahora su cuerpo no estaba rodeado por sus brazos. Y sus labios pedían a gritos un poco más. Un segundo más a su lado. Sus labios querían sentirle. Querían volver a su lado. Al igual que ella. Que ahora no hace más que cerrar los ojos tratando no pensar.
Daría lo que fuera por un abrazo suyo. Por ver su sonrisa cada mañana, al despertar. Pero él ya no está. Él ha decidido no estar. Solo le queda el recuerdo de lo que fue la mejor de las historias.

lunes, 21 de abril de 2014

Las horas del reloj corrían y corrían en su contra.

Las horas del reloj corrían y corrían en su contra.
Ella no era del todo consciente pero no había marcha atrás. El destino había llegado. El ayer se había encontrado con el hoy y había dejado de existir ese siempre que se quedaba suspendido en el aire. Trataba de acercarse a aquello que siempre deseó pero se veía incapaz. Soltó un leve suspiro. Ya es tarde, pensaba. Pero no podía parar. No. Aún no. Aún tenía fuerzas para seguir luchando. Aún le quedaba la esperanza, que es lo último que se pierde o eso dicen. Solo una última vez, dijo casi sin aliento. Ambos lo merecemos. Así que corrió. Corrió tras él. Como nunca en su vida lo había hecho. Corrió hacia aquel moreno de ojos verdes que le quitaba el sentido. Corrió hacia el chico que le dejaba sin respiración y que, curiosamente, le había salvado en más de una ocasión. Corrió incluso cuando sus piernas le gritaba que parase. Su respiración se entrecortaba. Apenas podía divisar el rastro que dejaba aquel muchacho a su paso por aquella inmensa ciudad. Pero no podía rendirse. No. Aún no. Le quiero, joder, le quiero. 
El echó la vista atrás. Trataba de asegurarse de que ella no le seguía. Menos mal que no me sigue, pensó. Está seguro de que ha hecho lo correcto. Sus ojos, aún llorosos, miraban al frente. Debía escapar cuanto antes de allí. No podía parar. Ahora está más decidido que nunca. No necesita correr. No necesita pensar. Tan solo caminar. Tan solo disponerse a continuar. La historia había finalizado, al menos para él. Caminaba con las manos en los bolsillos. Su móvil sonaba insistentemente. No era el momento de responder a eso. No tenía fuerzas para contarlo. Para compartirlo con nadie. ¿Y si era ella? Aún menos podía coger. Ya le había dicho todo; ya no le quiero, joder, ya no le quiero. 

domingo, 6 de abril de 2014

Hoy vengo a escribirte.

Hoy vengo a escribirte a ti, que ya no estás.
Hoy vengo a escribirte para no olvidarte, para recordarte. Para tenerte siempre presente. Hoy vengo a decirte que te quiero. Hoy vengo a que sepas que tu recuerdo vive en mí. Hoy vengo a decirte que vuelvas, que te echo de menos. Hoy vengo a que me digas la verdad. Hoy vengo, solo por ti. Hoy pido tu regreso. Hoy pido por ti, por mi, hoy pido por nosotros. O por lo nuestro, no lo sé. Hoy solo pido tu felicidad. Aunque sea en brazos de otra. Aunque sea en otra vida, en otra parte, en otro mundo. Hoy pido que te quieras tanto como yo te quise. O te quiero.
Hoy vengo a escribirte a ti, que vives en mí, conmigo, aquí. Hoy solo quiero verte. Solo quiero escucharte. Sentirte y tocarte. Hoy solo te quiero a ti. Hoy vivo de aquellos recuerdos. Hoy vivo de tu sonrisa. De tu mirada. Vivo de tu voz y de tus palabras. Vivo pendiente de aquella mirada que me hizo enloquecer. Vivo del escalofrío que recorre mi piel cuando me hablan de ti. Vivo de la foto que inmortalizó aquel momento. Aquel momento en el que decidí alejarme. Alejarme de ti. Era mejor para los dos, ¿no?
Hoy vengo a decirte que, te quiero. Te quiero desde el momento en el que te fuiste. En el que viniste. Te quiero desde el momento en el que tu mirada me dijo `te quiero`. Te quiero desde que me abrazaste, me agarraste y jamás me soltaste. ¿En qué momento decidí que era mejor así? ¿En qué estúpido instante decidí dejarte ir?
Hoy solo vengo para decirte que fui la persona más idiota del mundo por pensar que sin mí estarías mejor mejor. Hoy vengo a decir que, quizás tú estés mejor sin mí, pero, siendo egoísta, yo te necesito a ti.
Hoy vengo a escribirte a ti, que ya no estás. 

viernes, 4 de abril de 2014

Debes saberlo.

Debes saber cómo es él. Él se dejará la piel por ti, incluso cuando no sea capaz ni de valerse por sí mismo. Él es de esa clase de chicos que irá donde tú estés, ya sea aquí o a 300 km. Él es de esos chicos que solo querrá verte sonreír, aunque por dentro él esté roto. Eso no le importará. Porque con tan solo una sonrisa tuya, él se recompondrá. Debes saber que se come mucho la cabeza, pero es solo por verte feliz. Además, debes saber que solo quiere hacerte feliz. Que si le importas, no te dejará. No dejará que nada malo te pase. A pesar de todo lo que le pase a él.
aaawwww <3
Por otro lado, es importante que sepas que tienes sus bajones, sus idas y venidas, sus más y sus menos, pero todo eso valdrá la pena cuando salga a flote. Cuando sientas que una sonrisa tuya ha implicado una suya. Él no es de los que olvida fácil, o de los que mienten. Es de los que dice todo lo que piensa, aunque sepa que te hace daño. Solo quiere tu felicidad y sabe que quieres sinceridad. Por eso, no habrá secretos entre vosotros. No quiere comprometerse pero no le importa verte cada día, a cada hora. A veces lo necesita. Necesita tu cariño. O unos pocos mimos, acompañados de besos y caricias.
No tiene un cuerpo diez, pero ¿sabes qué? Eso te dará igual. Porque en el momento que disfrutes de su compañía, el físico pasará a un segundo plano. Incluso dejará de existir para ti. Sus palabras te atraparán de tal forma que su cuerpo no servirá de mucho. De verdad. Te dará igual cómo venga o cómo se vaya. Solo te fijarás en su interior. Él es de esos chicos que no valora un físico, sino una buena voz, mirada, sonrisa,  o unos buenos besos cuando hacen falta.
Y, ¿su mirada? Su mirada te dice todo. Te mantiene en pie cuando tu cuerpo te dice que no puedes más. Te alivia en todo momento. Te da seguridad a la vez que libertad. Te hace volar a otro mundo. De verdad. Sabrás que no exagero cuando le mires a los ojos durante dos minutos. Sabrás lo difícil que es mantener esa perfecta mirada. Sabrás el impulso que sentirás de besarle al instante. Sabrás que digo la verdad y no miento cuando te digo que es uno de los mejores chicos que he conocido. Y, por desgracia, que he perdido.